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Educar para la movilidad

El Palau de la Música Catalana ha acogido esta mañana el IV Simposio de Antropología Viaria organizado por la fundació abertis y dirigido por el Dr. Josep Olives, presidente de la Societat Catalana d’Antropologia Viària y decano de los estudios de Humanidades de la Universitat Internacional de Catalunya. El acto ha contado con la participación de once ponentes que han consensuado las siguientes conclusiones:

1. La educación y la pedagogía vial es hoy una cuestión que incumbe globalmente a toda la sociedad, dada la expansión del tráfico rodado en todas las esferas y actividades de la vida social, y el grave riesgo que comporta para la vida y la salud de todos los ciudadanos. Es importante en la “sociedad del riesgo” crear espacios de reflexión, como este Simposio de Antropología Viaria. En este capítulo es prioritario desarrollar la investigación en este campo. Sin ella no es posible activar un sistema educativo y formativo que sea eficaz.

2. Las actitudes observadas en la familia (la conducta vial de los padres, en particular) son el principal factor determinante en el aprendizaje de la conducta vial de los jóvenes.

3. Hay un enorme desequilibrio entre el progreso del potencial tecnológico disponible para la mejor movilidad automotriz de los ciudadanos, y el poco progreso en la conciencia cívica y moral de los usuarios del tráfico. El conocimiento profundo de la seguridad vial y los accidentes de tráfico nos conduce a considerar como prioritario el progreso moral y cívico de los ciudadanos.

4. La educación y pedagogía vial no se agota en el aprendizaje de un conjunto de técnicas y habilidad: también incluye aprendizajes de carácter ético y moral. Por tanto, educación vial y formación en la conducción son dos caras de una misma moneda. Los valores no se pueden enseñar de manera abstracta: es necesario mostrarlos enseñando las competencias en conducción y seguridad vial.

5. El entorno social transmite más aprendizaje negativo que verdadero aprendizaje de los modelos y valores: transmite más “contravalores” que valores. Esto genera contradicciones en la familia, en la escuela, entre los legisladores y a través de los medios de comunicación de masas (los malos ejemplos de muchos responsables de tráfico y la vialidad). Estas contradicciones hacen muy difícil cualquier planteamiento serio de educación y pedagogía vial. No existen campañas educativas que contrarresten los contravalores más negativos que se difunden (videojuegos, publicidad, exacerbación de emociones, etc.).

6. La movilidad ya no es un tema individual: se ha convertido en un tema social. La  fragilidad de los valores de la convivencia y la falta de respeto por los otros que protagoniza una parte de los infractores de tráfico se fomenta con la concepción del propio vehículo como una extensión de la esfera de la privacidad (porque el vehículo es prolongación del hogar y el hogar es inviolable). Es necesario cambiar esta mentalidad si no queremos inútilmente seguir tratando de gestionar un ámbito privado que se desarrolla en la vía pública.

7. La autoescuela es el centro natural de la educación/formación vial fuera del núcleo familiar. Conviene replantearse la pedagogía y los contenidos en el sentido de aumentar el carácter presencial, grupal, monitorizado y experimental. También enfocándola más hacia el aprendizaje de la seguridad y haciéndola menos reglamentista. Es necesario también cambiar la forma de examen. Es muy interesante tener en cuenta la pedagogía ya experimentada del programa Advanced promovido por la Comisión Europea –en el cual España ya participa- Un punto importante sería encontrar la manera de integrar de forma participativa la experiencia y el conocimiento de los conductores seniors al aprendizaje de la conducción de la gente joven.

8. Históricamente los ayuntamientos, a pesar de su labor limitada, son los principales impulsores de la educación vial. Sería conveniente que ésta no fuera relegada por ley a los Programas Escolares de los Centros Educativos, sino también incluida dentro de los Proyectos Educativos de cualquier ayuntamiento. Esto significa que las labores asignadas a los ayuntamientos deberían ser ampliadas en el campo de la educación.

9. Después de treinta años de haber sido establecida por ley la educación viaria en las escuelas (Código de Circulación de 1934), esta enseñanza no se ha llevado a la práctica y sólo de manera puntual y esporádica. Si el objetivo de la ley se mantiene, es necesario legislar mejor, pero sobre todo una voluntad política en este ámbito, haciendo que la educación y la pedagogía viaria sean “incluidas en la agenda”.

10. Deben potenciarse acciones formativas destinadas a promover movilidad segura a través de determinados colectivos homogéneos de especial relevancia, como los docentes de primaria y secundaria, los monitores y los formadores de conductores.

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