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El castillo de Castellet acoge una exposición temporal de piezas cedidas por el Museo Episcopal de Vic

El castillo de Castellet, sede de la fundación abertis, acoge una selección de piezas procedentes del Museo Episcopal de Vic (MEV). Gracias a la variedad y excepcionalidad de las colecciones de este museo, desde el pasado jueves 7 de febrero se muestra a los visitantes una selección de piezas cuya función es evocar dos de los grandes aspectos de la vida de un castillo catalán, como es el castillo de Castellet:

La capilla de un castillo

Un pequeño conjunto de obras del MEV nos permite imaginar cuál podría haber sido el contenido de la pequeña capilla de un castillo de las dimensiones del castillo de Castellet entre los siglos XI y XVI. La lipsanoteca era un recipiente que contenía reliquias de los santos y que se introducía en el altar durante el ritual de consagración, otorgándole así a este mueble la máxima sacralidad. En este caso se trata de un raro ejemplar en piedra del siglo XII. Sobre el altar era obligatoria la presencia de una cruz con el Cristo crucificado, evocación del sacrificio de la Misa, que podía tener acabados de lujo, como el dorado, y que en los siglos XIII-XIV, como en este ejemplo, adoptó a menudo un perfil trebolado. Para honrar la cruz –y también para aportar luz a la celebración–, a sus lados se colocaban candelabros que, pese a conservar la misma función, evolucionaron a lo largo del tiempo desde unas formas más básicas (s. XIII) hasta un aspecto más macizo con decoración torneada (s. XVI). Durante la misa se honraba también el altar, la cruz y las ofrendas con el humo oloroso que salía del incensario, que es aquí un bello ejemplar del siglo XII de forma globular y artísticos calados con motivos vegetales. Las ofrendas de los fieles se recogían en una jofaina; a partir del siglo XVI abundaron las piezas de latón producidas en el norte de Alemania, de efecto excelente y a menudo ornamentadas con motivos religiosos o píos, como este Agnus Dei.

La sala de armas del castillo de Castellet en 1615

La función de un castillo –controlar el camino y el territorio– estaba forzosamente relacionada con el ejercicio de las armas. Este fue un lugar de gente armada seguramente desde sus inicios íberos y lo fue sin duda a partir de su documentación como castillo propiamente dicho en el siglo X y hasta, como mínimo, alrededor del año 1600, cuando su función militar empezó a decaer. Una selección de objetos de esta cronología avanzada permite evocar el contenido de la «sala de armas» descrita en un inventario del castillo de Castellet del año 1615. La pica o lanza es un arma de asta, como lo eran las «alabardas» que se guardaban en esta sala, y el peto de hierro forjado permite imaginar con mucha exactitud el aspecto que debía tener el «peto» documentado en el inventario. La «escopeta» que se menciona era sin duda un arma de fuego similar al pedreñal o pistola, más corto y con un mecanismo de fuego algo más moderno, pero que representa las prestigiosas producciones de Ripoll en época moderna, difundidas por toda Cataluña y más allá. Finalmente, en el inventario constan «cuatro ballestas» que debían tener un aspecto muy similar a la ballesta conservada en el MEV, del siglo XVI, que demuestra que estas armas ya antiguas, pero muy efectivas, podían convivir con el uso ya generalizado de la pólvora.

 Fotografías en Flickr

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