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El equilibrio entre el progreso y la cultura tradicional

Administración Abertis,

¿Cómo evitar el éxodo de la población joven en las áreas de montaña? ¿Es posible un desarrollo local compatible con un marco de economía local? ¿Cuál es la mejor fórmula para equilibrar el impacto sobre el entorno que tiene la construcción masiva de segundas residencias? Son cuestiones a las que ha querido dar respuesta una investigación que, bajo el título El mundo rural del siglo XXI, tiene como objetivo aportar nuevos argumentos para el desarrollo sostenible de las comarcas pirenaicas.

El estudio promovido por el Instituto de Estudios Ilerdenses, a iniciativa de la fundación abertis, hoy se ha presentado en Lleida en el transcurso de una jornada en la que se ha puesto de manifiesto la necesidad de unificar estrategias administrativas, institucionales, económicas y locales que aseguren unas reglas de desarrollo para garantizar el bien colectivo a medio y largo plazo.  En este sentido, el estudio destaca “la degradación y el uso abusivo del entorno provocado por el crecimiento descontrolado de la segunda residencia en áreas de montaña”.

Durante la inauguración de esta jornada, el patrón de la fundación abertis y doctor en Ciencias Ambientales, Martí Boada, ha señalado la importancia de trabajar para conseguir “un modelo sostenible, lejos de medidas cosméticas o de visiones nostálgicas e inmovilistas, y que combine de forma valiente elementos de progreso y de cultura tradicional”. Un modelo de desarrollo que no será posible, ha añadido, sin la implicación de diferentes actores, entre ellos, empresarios, políticos y representantes de las instituciones y la sociedad civil.

Las conclusiones de la investigación marcan unos ejes principales de actuación para el desarrollo en las comarcas de montaña que, en líneas generales, pasan por:

1. Definir las pautas de funcionamiento de las actividades agrarias, artesanas, industriales y de servicios bajo los principios de ventaja comparativa y el mantenimiento de la cultura rural. La ventaja comparativa significa aprovechar la especialización en bienes y servicios que tiene cada territorio, potenciando las actividades más favorables para cada área a fin de conseguir un territorio equilibrado. “Las montañas, tanto la naturaleza como la sociedad, son patrimonio del a humanidad. Son capital y no recurso corriente. Su rentabilidad es a largo plazo y no un rendimiento inmediato”, concluye el estudio.

2. Analizar y estructurar las actividades de la industria y de los servicios de acuerdo con los principios de la incrustación territorial. El avance de las infraestructuras viarias y de comunicación ha roto en los últimos años, el tópico de las zonas de montaña aisladas pero, por otra parte, ha contribuido a una “congestión” evidente en la construcción masiva de segunda residencia y en los servicios estacionales  – médicos, turísticos entre otros – que tienen que estar disponibles durante todo el año y que se utilizan parcialmente y, en determinados momentos, masivamente.

3. Promover políticas de conservación del paisaje integrado. Por una parte, hacer posible la permanencia de las actividades agrarias y otras que sean compatibles con el medio natural. Por otra, impedir un uso abusivo del espacio en las comarcas de montaña. Un desarrollo local que no se contraponga a la economía global sino que sea un complemento.

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